2006-06-01

EL PERSONAJE HISTORICO Y SU MUNDO


La vida y aventuras del Pirata Ñancupel forman parte de la tradición oral de Chiloé. En una tierra fértil en mitología y leyendas, la más popular tiene por protagonista a un despiadado indígena y corsario de nombre Pedro Maria Ñancupel. La leyenda comienza al desentrañar el origen de su apellido, donde la tradición lo sindica como descendiente del corsario holandés Jan Cooper quien incursionó en los canales chilotes a fines del siglo XVIII. Cuenta la leyenda, que el pirata convivió con varias mujeres aborígenes dejando una considerable prole, bautizando los niños sus madres como “Ñancúpel”, deformación de Jan Cooper…
La leyenda continúa con imágenes de Ñancupel robándole a los ricos para dárselo a los pobres; escribiendo cartas al gobierno central; siendo galantes con las mujeres; y termina con una cueva en las Islas Guaitecas donde estaría enterrado un tesoro lleno de oro y piedras preciosas.

EL PIRATA ÑANCUPEL: SU BIOGRAFIA.
En la vida de Pedro María Ñancúpel Alarcón, pirata chilote muerto en Castro en ejecución pública el día 6 de noviembre de 1888, se confunden el personaje histórico y la leyenda. Más aún, los únicos datos objetivos de su vida y de sus correrías son las que han quedado consignadas en las actas del juicio que finalmente lo condenó a muerte y que están en los archivos judiciales de Castro.
Según esos archivos, Ñancúpel habría nacido el año 1837 al sur de la localidad de Chonchi, en la Isla Grande de Chiloé, en un poblado de indios Viliches que se dedicaban a la pesca y la caza de focas en los canales entre Chiloé y Aysén.
De su infancia y su adolescencia no se sabe nada, pues en el juicio nada se dice de ella. Sólo sabemos que se radica un tiempo en Quellón, conoce a Pabla Llancalahuén con la cual se casa. Como consta en el juicio, cuando Ñancúpel tenía alrededor de 20 años arriba a las Islas Guaitecas desde Quellón a buscar trabajo en las loberías australes. Ello, pues su hermano Juan se dedicaba a cazar coipos y nutrias en las islas del archipiélago, junto a un sobrino y un guaitequero de apellido Nahuelhuén.
Tras desempeñarse unos años como leñador (“hachero”) y cazador de lobos marinos, decide crear su propia cuadrilla para establecer un comercio para comprar y vender las pieles que llevan los cazadores al poblado de las Guaitecas.
Los motivos para llevar una vida delictual son inciertos. Algunos hablan de una venganza contra las autoridades locales por abusos cometidos contra él o su familia; otros han intentado explicar su piratería como un acto de rebeldía social. Lo cierto es que a mediado de 1860 comenzaron a denunciarse numerosas desapariciones de goletas y lanchas que regresaban de las Guaitecas y del Golfo de Penas, cargadas con pieles de lobos, aceite y oro extraído de arenas marítimas.
Al principio se pensó que eran simples naufragios, pero pronto quedó al descubierto la participación de una banda que dirigía Pedro Ñancúpel junto a sus primos de apellido Catepillán. Estaban provistos de escopetas y sables, se ocultaban diestramente en los canales esperando el paso de los navegantes y una vez apoderados de la embarcación los degollaban a todos para no dejar testigos….
Los botines después eran vendidos en Melinka, Castro y Ancud a comerciantes que no preguntaban el origen de las especies. Los cambiaba por onzas de oro que después utilizaba para comprar víveres, pólvora, tiros y escopetas.
Su reino de terror y muerte se concentra en los archipiélagos de Los Chonos y de Las Guaitecas. Sus violentas y sanguinarias acciones contra los barcos y lanchones que llegaban desde el sur hacia Chiloé hicieron que ante su solo nombre, hombres y mujeres temblaran de pavor.
Finalmente, mientras celebraba el éxito de una de sus múltiples correrías y encontrándose completamente embriagado, es emboscado junto a sus hombres, apresado, engrillado y trasladado a Castro para un rápido proceso.
Según consta en la prensa de la época: “El sábado 3 del actual en la tarde fue notificado de la tremenda sentencia el reo Pedro María Ñancúpel, i se le puso inmediatamente en capilla…. Desde el primer momento, desde la lectura de la sentencia, Ñancupel demostró una conformidad impasible, una constante serenidad, sostenida a veces con afectación, pero con resolución estoica en su última hora…” (El Archipiélago de Castro, 11 de noviembre de 1888)
En el juicio se le lograron acreditar una serie de horrendos crímenes y alrededor de 99 asesinatos. Asesinato de niños, hombres y mujeres de todas las edades; secuestro, violación y muerte de varias mujeres; asesinato de tripulantes de embarcaciones nacionales y extranjeras; robo, piratería y abigeato; fueron algunas de las muchas acusaciones que se hicieron. Los hechos más crueles y brutales que se consignan en dicho juicio son los siguientes:

• La matanza de Santo Domingo de las Guaitecas: A dicho puerto arribó un barco con víveres para colonos a fin de recoger agua. Al bajar a buscar agua, todos los marineros fueron ultimados por los piratas. Posteriormente, Ñancúpel toma la goleta matando al piloto y al capitán: tomó y violó a su mujer, para posteriormente degollarla junto a su hijo de un año. Posteriormente hundió el barco en medio de la ensenada, tras hacerse de toda su carga y víveres.
• La matanza de la nave “Jilguero”: Tras emboscarlos en medio de los canales, degolló a la tripulación de marineros, al capitán, a su esposa y a su hija de 15 años. Estas dos últimas fueron reiteradamente violadas por Ñancupel y sus hombres durante varios días, hasta que suplicaron ser muertas. Es la que causó mayor impacto en la sociedad chilota, pues el capitán era un reconocido hombre de bien.
• El asesinato de Pabla: De vuelta a la Isla Grande de Chiloé encuentra a su mujer con un amante. Los mata a los dos en la quebrada de Caracoles de una estacada en la frente y después los enterró boca abajo.

Pero, en el mismo juicio se consignan hechos en cierta forma contradictorios. La entrega de víveres y cargamentos de pesca a poblaciones de indios, campesinos y trabajadores. El castigo que daba a los capitanes de barcos loberos que maltrataban y malpagaban a sus empleados; que nunca asaltaba barcos de los naturales de Chiloé; y su desprecio por lo que él denominaba “los poderosos”.
Así, tras seis meses en juicio, fue condenado a muerte y fusilado en la plaza pública de la ciudad de Castro en la mañana del 06 de noviembre de 1888. Acompañado por dos sacerdotes jesuitas, uno de apellido Suibarbre, Ñancupel alegó en el final su inocencia a viva voz. No pudo escribirla pues muere analfabeto. Fue rematado por don Felipe Montiel, veterano de la Guerra del pacífico, quien cumplía funciones policiales y fue quien encabezó su apresamiento.
El resto de sus secuaces fueron trasladados a Ancud y ejecutados en la plaza de esa ciudad. Sólo fue dejado en libertad un sobrino de nombre Anastasio.

3 comentarios:

Roberto dijo...

Hola. Me causa curiosidad el dato de la muerte de su esposa. En todo los otros lugares he leído que ella fue quien retiró el cadáver de Ñancúpel en una carreta o una carretilla y lo enterró sin ceremonias. Lo que consigna aquí, ¿es un dato del juicio o procede de otra parte?

Saludos.

Roberto dijo...

Como ya dije en el mensaje original de Chiloeweb que se reproduce en este blog, el apellido Ñancúpel no es más ni menos que la castellanización del mapudungun Ñangkupel., es decir, "cuello de pihuel" (=aguilucho para los chilenos).

Saludos.

Ricardo Carrasco Farfan dijo...

Roberto, la mujer muere por que es una pelicula basada en echos reales y no un documental de la realidad, se toman licencias narrativas para hacer mas interesante el relato.